martes, 26 de febrero de 2008

Las Macetas

Estaban en su casa, era algo pequeña con pocos muebles y mucho polvo. Prefería dormir en el suelo de la sala ya que su cama estaba llena ropa, misma que olfateaba antes de ponerse para verificar que estuviese limpia. Al principio ella encontraba todo esto adorable y simpático, pero ahora se le hacía absurdo. Abrió su refrigerador en busca de algo para comer pero la abrumante cantidad de botes para crema corto con su apetito de manera inmediata. –Creo que solo tomare un café- dijo ella. El sacó del estante superior un frasco con café instantáneo. Ella odiaba el café instantáneo, era una de esas tantas cosas a las que no lograba acostumbrarse como los billetes nuevos de veinte pesos o los lápices amarillos. – Mejor agua, tengo mi botella en el balcón.-

Salió al bacón, estaba adornado con peculiares macetas que guardaban cadáveres de plantas. Había una tortuga, un tenis, un bote viejo de crema entre otras. Odiaba, realmente odiaba su maceta de tenis, se le hacia ridículo y no solo porque fuera inapropiado para su edad. De poner tierra en un zapato mínimo que sea un zapato de verdad. Pero el las amaba, amaba todas las cosas que guardaba en esa casa. Incluso amaba esos dos payasos satánicos que resguardaban sus cuatro libros en el librero, a ella le daban miedo. Sobre todo cuando se levantaba en las noches por algo y sentía sus miradas, todo era culpa de Eso.

El estaba en el piano practicando una pieza que ella no conocía, de la nada se dio cuenta que era cierto lo que le decían sus amigos. Evidentemente tenía una “cabeza de rodilla”, parecía uno de eso gatos hipoalergénicos que no tenían pelo. Pero ella no era alérgica a nada más que a la estupidez humana. Volteó al horizonte, algo indiscutible de esa casa era la maravillosa vista que tenía. Era un barranco inmenso, lleno de plantas y árboles. Delicada y sigilosamente empezó a empujar con su pie la maceta del zapato al borde hasta que la dejó caer. Soltó una carcajada, el no se había dado cuenta seguía ensayando.

- Ahora la del zapato.- dijo su vecino que también estaba disfrutando la vista. Nunca habían cruzado palabra alguna, pero eran más cercanos de lo que ella creía. Cuando no se daba cuenta el los observaba desde su balcón, eran su propio reality show.

-No, sería grosero de mi parte hacerlo.- decía mientras empujaba suavemente la maceta al borde. – Es un regalo de su mamá – lo volteo a ver, seguía concentrado en el piano. – Pero talvez tiene que empezar a cortar lazos, puede que por eso siga soltero.-
- Y ya no es joven.- dijo el vecino.
- Tampoco es tan viejo, esta justo en la ed…- la maceta cayó al suelo. - ¡ups!- dijo ella con una sonrisa. – Después de esta seguro me cortan. Seguro cada que vea sus macetas pensara en mi. No quiero que sufra, pobrecito. – dijo mientras tiraba una a una sus macetas.
-Tu siempre tan considerada.- dijo el vecino

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