lunes, 25 de febrero de 2008

La maldición del ojo de gitano

- ¡La maldición del ojo de gitano!- gritó mientras se desamarraba de la cabecera de la cama. Había dormido así toda la noche, abrazada de ella por orgullosa, por no devolver el estómago. – Me carga la maldición del ojo de gitano ¿me escuchas? – dijo en tono melodrámatico, como sólo ella sabía hacer.
La noche anterior se le había hecho buena idea hacer margaritas de media noche, pero a carencia de jugo diluía el tequila con licores de sabor. Como si fuera poco se fumaron un paquete de puros que había traído de su viaje a Ámsterdam hace seis meses.
- ¡Me muero! ¡Me mueroooo! – era lo único que se entendía entre alarido y alarido. - ¿Cómo se cura una cruda?- preguntó.
-Con valor niña, con valor. – contestó él.
- Dame algo, me muero.-
- Agua y aspirinas.-
- Algo fuerte, que necesite receta médica. ¿Por qué eres así? ¡Nunca quieres ayudarme! Es como la vez del chocolate.- lloriqueó ella
- ¡Que no existe nada para curar la adicción al chocolate! Es más, no hay algo así como adicción al chocolate.-
- Claro que sí, algún día me encontrarás en un callejón rodeada de envolturas de chocolate y un “I love Hershey” tatuado en la pompa. ¡Me muero! Dame algo ¡es como la vez de los sushis! ¡Nunca me quieres ayudar!-
- ¡Esa vez eran las tres de la mañana!
- ¿Y qué? Vas a ser doctor ¿qué no vas a estar a disponibilidad de tus clientes?-
- No me pagas... -
- ¿y? tampoco te cobro por practicar...- le interrumpió
-...y llevaba tres días en carrera.- continuó el
- ¡La maldición del ojo de gitano en tu casa! ¿me escuchas? ¡¿ME ESCUCHAS?!-

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